La Inteligencia Artificial (IA) es la combinación de algoritmos planteados con el propósito de crear máquinas que presenten las mismas capacidades que el ser humano. Según los expertos, hay varios tipos de inteligencia artificial: sistemas que piensan como humanos, sistemas que actúan como humanos, sistemas que piensan racionalmente y sistemas que actúan racionalmente.

Educación, salud, economía, transporte, arte y ocio, no escaparan a este tipo de inteligencia. El uso de máquinas o sistemas “inteligentes”, permitirá, entre otras aplicaciones ya desarrolladas, el uso del Big Data para procesar enormes cantidades de datos, mejorando experiencias de usuarios o brindando ventajas para una mejor comunicación a niveles comerciales o empresariales. Es y será por esencia, la tecnología esencial de los próximos años, para hacer la vida más fácil.

Pero, ¿cómo, desde la Universidad debemos enfrentar esta tecnología que nos inunda día a día, y que es el futuro inmediato que deberán enfrentar nuestros profesionales?
Son muchos los desafíos para nuestras instituciones de educación superior. Si nos centramos específicamente en los procesos de formación, debemos hacer una reflexión profunda acerca del sentido de ésta en el mundo del futuro. Del mismo modo, necesitamos revisar con urgencia suposiciones y teorías acerca del conocimiento, la enseñanza y el aprendizaje que movilizamos cuando diseñamos planes de estudio.

El llamado que nos hacemos es a hacernos cargo del futuro en nuestros procesos de formación. Nuestros titulados y egresados requerirán de mayor autonomía, de gran capacidad de análisis simbólico, de ser menos rígidos y dependientes de instrucciones externas y requerirán de más inteligencia humana; esa extraordinaria capacidad de adaptarnos y modificar creativamente las condiciones del entorno donde debemos actuar. En definitiva, quienes mejor aprovechen el desarrollo de la IA serán aquellos que tengan lo que las máquinas no pueden replicar y que están en el corazón del aprendizaje con sentido: madurez emocional, solidez espiritual, cooperación, solidaridad y por sobre todo, un accionar ético.

VER COLUMNA PUBLICADA EN EL DIARIO EL AUSTRAL DE TEMUCO