He querido retomar el tema del diálogo una vez más. Ya lo mencioné en una columna anterior, y dado el contexto nacional y regional, creo necesario reforzar el concepto, su desarrollo y las oportunidades que presenta. Digo esto, porque un diálogo realizado de manera correcta puede mostrarnos las coordenadas para avanzar y enfrentar el futuro.

Sin diálogo, nada es posible entre las personas, organizaciones, instituciones o países. No hay conflicto ni problema que pueda resolverse sin la escucha activa, respeto y deferencia por los interlocutores. Eso implica hacernos cargo también de nosotros. ¿Cuál es nuestra autocrítica frente a determinados acontecimientos? ¿Cómo manejamos la desconfianza?, ¿Cómo puedo creer en otro y de paso ser creíble?

La humildad y el compromiso son a su vez, elementos indispensables.

Pero para llegar a buen puerto hay pasos a seguir, donde la comunicación se entrelaza, se prepara y la situación se contextualiza de manera tal, que logra que los involucrados puedan llegar a un mutuo entendimiento, aunque claro está, dependerá de la voluntad de los actores querer escuchar, dialogar y llegar a acuerdos.

La franqueza y la apertura también hacen lo suyo.

Hago énfasis en esto, porque estoy convencido que la buena disposición, sin prejuicio y con el buen ánimo de escuchar al otro como legítimo otro -como diría Maturana- es la clave que nos hará avanzar en diversas materias, situaciones o problemas. Soy un firme defensor de que una buena conversación - a pesar de su dificultad inicial - es el inicio de grandes planes, proyectos o acuerdos.

En definitiva, resolver conflictos de cualquier índole requiere de integridad, coherencia, transparencia, empatía y valentía. Solo así podremos seguir construyendo una sociedad y un país más justo, equitativo y solidario.

 Eduardo Hebel Weiss
Rector