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El pasado 9 de abril, la Comisión de Sistemas de Conocimiento de la Convención Constitucional aprobó la siguiente norma: “el Estado fomentará el acceso de la lectura a través de planes, políticas públicas y programas. Asimismo, incentivará la creación y fortalecimiento de bibliotecas públicas y comunitarias”. Una medida alentadora, considerando los problemas de acceso en Chile, como el impuesto al libro o la falta de infraestructura; sin embargo, es necesario, también, incluir un enfoque que se ocupe de incorporar el hábito y el goce de la lectura de manera transversal en la ciudadanía, donde se articulen colegios, universidades, bibliotecas y las familias.

Desde la Universidad de La Frontera nos hemos hecho parte de estas reflexiones al integrar las mesas de trabajo de los encuentros regionales que aportaron a la construcción de la Política Nacional de la Lectura y el Libro 2022-2027, donde se destacaron como necesidades: una mayor articulación con actores relevantes, la instalación de la perspectiva de género, mayor presupuesto y apoyo, para que las bibliotecas se transformen en espacios seguros y gratos para hacer de la lectura una experiencia transformadora. Un ejemplo, es el caso de Finlandia, que a través del programa lukuinto (literalmente, “el goce de leer”), establece vínculos directos entre bibliotecas, escuelas y universidades para promover la lectoescritura como una práctica cultural de relevancia social para toda la ciudadanía.

Al celebrar este 23 de abril el día internacional del libro y el derecho de autor, es imperativo recordar que el significado del libro va mucho más allá del objeto material, pues se trata de un fenómeno multidimensional. Si nos enfocamos solo en su producción y circulación, se dejan de lado aspectos tan relevantes como las prácticas y metodologías de alfabetización, la incorporación del hábito de la lectura en las personas de todo rango etario y socioeconómico, y el fomento del placer de la lectura desde la diversidad de perspectivas interculturales, afectivas y de género.

No debemos olvidar que un libro que no se lee -o que no se entiende-, es un libro que no ha cumplido su finalidad; por lo tanto, es necesario comprender que el libro es parte de un ecosistema complejo, en donde coexisten actores culturales, educativos y de mediación, además de implicar aspectos de infraestructura, acceso, calidad y pertinencia. Esto, sin duda, excede las capacidades técnicas de un solo organismo, por lo que las estrategias en red son las de mayor potencial para generar el cambio sistémico que se requiere en pos de una sociedad capaz de otorgar al libro el valor y respeto que este merece.

 

Dra. Carolina Navarrete González
Directora de Investigación
Universidad de La Frontera

 



Compartimos enlace a columna de opinión publicado por Diario El Austral en su edición del jueves 28 de abril con el título "Pensar el libro desde su ecosistema"