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Columna samuel

 

El pasado 03 de diciembre se conmemoró el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, establecido por la Organización de las Naciones Unidas con el objetivo de promover los derechos y el bienestar de las personas con discapacidad en todos los ámbitos de la sociedad y el desarrollo, así como concientizar sobre su situación en todos los aspectos de la vida.

La declaración de Incheon del año 2015 nos llama a generar una educación de calidad en el año 2030 y sabiendo que Chile ha ratificado la convención internacional de los derechos de las personas con discapacidad; que contamos con la ley 20.422 que establece normas sobre Igualdad de oportunidades e Inclusión social de las personas con discapacidad para toda la sociedad.

Nuestro país en materia educativa cuenta con la ley de Inclusión Escolar (ley 20.845) y un decreto supremo (decreto 170) que establece apoyos pedagógicos a las y los estudiantes que presentan necesidades educativas de tipo permanente asociadas a una situación de discapacidad; además del decreto 83 que considera el Diseño Universal de Aprendizaje (DUA) y el marco para la buena enseñanza del 2021 que aseguran los aprendizajes de calidad.

Por tanto, debemos repensar la discapacidad y su ámbito educativo más allá de la normativa, desde la propia acepción de discapacidad; sus componentes léxicos son: el prefijo dis- (divergencia, separación múltiple), capere (agarrar, tomar, recoger), más el sufijo -dad (cualidad). Es decir, una falta de capacidad. Por ello en años anteriores la educación y la sociedad se centraba más en atender la deficiencia, lo que faltaba o no podía realizar esa persona.

Bajo un enfoque de derechos, hablaremos que la persona o nuestros estudiantes poseen una situación de discapacidad, que genera la sociedad activando barreras que impiden el desarrollo de sus actividades en igualdad de condiciones que sus pares; estas barreras las genera el entorno o la sociedad, pudiendo ser barreras de tipo físicas o actitudinales; me centraré en estas últimas que es donde debemos poner el foco, siendo estas donde cada uno de nosotros y nosotras puede generar los cambios necesarios.

Las barreras actitudinales son aquellas conductas, palabras, frases, sentimientos, preconcepciones, estigmas, que impiden u obstaculizan el acceso, en condiciones de igualdad. Entonces acá radica lo importante, repensar la discapacidad desde la educación implica creer en los potenciales de nuestros estudiantes, de nuestros colegas y de todos, no solo de aquellos que presentan una situación de discapacidad.

Pensar una educación centrada en el diagnóstico para definir a un estudiante, a un colega o a una comunidad educativa, no es pensar en forma inclusiva, es olvidar las potencialidades y las oportunidades que tenemos de enriquecer esa diversidad, los diagnósticos serán necesarios en la medida que ayuden a eliminar barreras educativas, la barrera actitudinal de la discapacidad debe ser cambiada por el desarrollo de ese estudiante y de esa comunidad educativa en general, destacando para cada estudiante su potencial, actitudes, capacidades, sueños, anhelos y sobre todo aquello que les gusta.

Repensar la discapacidad en educación no es más que creer en nuestros estudiantes y transitar juntos de la mano hacia una sociedad más justa, inclusiva y diversa, donde cada uno de nosotros seamos vistos con nuestras potencialidades, para hacer lo que nos hace feliz, que por acuerdo, hemos llamado educar.

 

escrito porEscrito por:José Soto Chequemilla
Línea de Inclusión y Diversidad Escuela de Pedagogía UFRO