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monica bravo

 

La palabra deserción escolar presenta varios conceptos asociados, como el de abandono o de “término anticipado” del sistema escolar. Lo anterior podría generar la percepción de que corresponde a una respuesta imprevista, del momento. Lo cierto es que desertar de la escuela, obedece a una decisión que involucra todo un proceso de situaciones que, finalmente, hicieron que permanecer en ella no fuese sustentable. Detrás de esto, una serie de situaciones psicoemocionales que afectan profunda y negativamente a los niños, niñas y adolescentes.

Son múltiples los factores que explican la deserción escolar, desde factores económicos, sociales, culturales, políticos y emocionales. Y aunque su ocurrencia se distribuye en todos los grupos socioeconómicos, los quintiles más bajos son siempre los más vulnerables. En esta perspectiva, todos los factores de riesgo para la deserción escolar aumentaron su potencial en el actual contexto de pandemia. Estudios nacionales en pandemia han evidenciado las brechas digitales, los indicadores bajos de bienestar de los estudiantes, el ausentismo prolongado y creciente, el aumento de la violencia escolar, etcétera. En consecuencia, la escuela ya no representa un espacio seguro, protegido, de oportunidad real para poder salvar las brechas que el sistema político, económico y social ha generado. En este punto podríamos reflexionar ¿Cuánta violencia simbólica hay en la deserción escolar? ¿Cuánta violencia ejercemos como sociedad cuando uno de nuestros niños, niñas y adolescentes deserta? Las implicancias éticas y valóricas son contundentes.

Las soluciones deberían iniciar con la prevención. Desde la política pública, existen acciones en esta línea, como el Sistema de Alerta Temprana, pero es insuficiente. El rol de la escuela es relevante. La escuela, representa una gran oportunidad desde componentes como la planificación y gestión de ambientes que promuevan el aprendizaje, la vinculación y el bienestar de la comunidad. La gestión de la convivencia, ciudadanía y bienestar son claves para que la escuela represente un espacio vinculante, afectivo, de desarrollo de valores, ciudadanía y de identidad.

Por otro lado, formamos parte de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y somos testigos de lo que allí funciona: ellos combinan la educación, la vocación y el trabajo de manera muy pertinente, y desde muy temprana edad. Potencian una enseñanza técnica de alta calidad, el sistema educativo se encuentra en paralelo con lo que requiere el mercado y el proyecto país. Por lo tanto, es necesario como país avanzar para que la escuela represente una probabilidad alta de ser una oportunidad para el desarrollo de un proyecto de vida individual, social y prevenir la deserción.

 

 

Compartimos enlace a columna de opinión publicado por Diario El Austral en su edición del miércoles 04 de enero con el título: Deserción Escolar: violencia simbólica que ataca a la niñez, infancia y adolescencia

 

escrito porEscrito por: Mónica Bravo Sanzana
Observatorio de Ciudadanía, Convivencia y Bienestar Escolar en La Araucanía