Las brechas de género son una realidad que se expresa con fuerza en nuestro propio territorio. Los datos más recientes muestran que las mujeres de la región siguen enfrentando barreras profundas para acceder al mercado laboral, obtener ingresos dignos y participar de manera equitativa en la vida económica y social. Y aunque las desigualdades de género son un fenómeno histórico y multidimensional, hoy representan un límite evidente para el desarrollo regional.
Las cifras son elocuentes. Las mujeres ganan, en promedio, un 15% menos que los hombres; su participación y ocupación laboral es casi 18 puntos porcentuales (pp.) inferior; más de un tercio trabaja en condiciones de informalidad; y enfrentan mayores tasas de empleo parcial involuntario, lo que refleja la dificultad de acceder a trabajos de calidad. Estos datos no son simples indicadores: son señales de un sistema productivo que no está aprovechando plenamente el talento, la energía y la creatividad de la mitad de su población.
Pero más allá de los números, las brechas de género en La Araucanía tienen características específicas y particulares. La ruralidad, la dispersión geográfica, la interculturalidad, la pobreza, las menores oportunidades de empleo formal y la fuerte carga de responsabilidades de cuidado que recae sobre las mujeres contribuyen a profundizar desigualdades. Mientras no abordemos estas dimensiones territoriales, cualquier avance será parcial y frágil.
Reducir estas brechas no es solo una cuestión de justicia o de equidad, sino una condición necesaria para dinamizar la economía regional y fortalecer la cohesión social.
Una mayor participación laboral femenina tiene efectos directos en la disminución de la pobreza, en la autonomía económica de los hogares y en la sostenibilidad fiscal del Estado. Cada mujer que logra incorporarse al mercado laboral es un paso hacia una Araucanía más próspera y más justa.
Frente a esta realidad, el Observatorio Económico Social de la Universidad de La Frontera contribuye generando evidencia territorialmente relevante que permita comprender mejor las desigualdades, visibilizar sus consecuencias y proponer caminos de acción. Los datos son un punto de partida indispensable, pero no suficiente. Se requiere voluntad política, articulación institucional y colaboración con organizaciones sociales, gobiernos locales, empresas y la ciudadanía en su conjunto.
La Araucanía tiene un enorme potencial de desarrollo, y avanzar hacia la equidad de género es una pieza clave para desplegarlo plenamente. No podemos seguir normalizando que las mujeres participen menos, ganen menos y carguen más. El desafío es grande, pero también lo es la oportunidad.
